François Morel, bajo la influencia: “No me censuro tanto porque me siento en sintonía con lo que digo”

Entrevista realizada por Julien Bouisset
Publicado el
François Morel ©LAURENT VU/SIPA / EFFECT LE NOUVEL OBS
Suscribirse te permite ofrecer artículos a tus seres queridos. Y no sólo eso: podrás visualizarlos y comentarlos.
Abonado
Entrevista Durante su paseo por el Museo de Orsay, François Morel revela todas sus influencias, evocando sucesivamente a Boris Vian, Normandía y, por supuesto, a Georges Brassens, su ídolo.
Para ir más allá
Llega con un paso que mezcla al paseante y al actor, una silueta torcida, una mirada indulgente, la risa dispuesta a florecer en los pliegues de una sonrisa. François Morel se parece un poco a un personaje de Audiard dibujado por Sempé. A medio camino entre un mostrador de bistrot, una escena de teatro de provincias y un sueño de infancia acariciado por Brassens y Thierry la Fronde. Uno podría pensar que nació con un traje de teatro en algún lugar de Normandía, con versos de Prévert en la boca y el sabor de puré de patatas con mantequilla. Pero detrás de esta alegre bonhomía y de esta inclinación por las canciones que te hacen reír o llorar en silencio, hay una mirada aguda, una memoria aguda, una cultura impregnada de humanidad. François Morel es el hombre que cita a Boris Vian sin remilgos, que utiliza la ironía con la precisión de un relojero y que intenta sonreír, cueste lo que cueste, para afrontar sus mayores penas.
Con motivo de "El arte está en la calle", una luminosa exposición en el Museo de Orsay sobre la época dorada del cartel ilustrado en la que invitó a sus amigos a bailar con sus canciones de época favoritas, participó en nuestro boceto de retrato. En el corazón de la gran galería, entre «La Goulue» de Toulouse-Lautrec y «El Oso» de Pompon, demasiado pesado para sus brazos pero no para su imaginación, relata con picardía sus mus…
Artículo reservado para suscriptores.
Acceso¿Quieres leer más?
Todos nuestros artículos completos desde 1€
O
Temas relacionados con el artículo
Le Nouvel Observateur